CIUDAD DE MÉXICO 29 DE JULIO 2022 (La Silla Rota).- Luvia Hernández tiene 72 años, es originaria de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, y confiesa que para poder sobrevivir tuvo que abrir la puerta de su casa para relanzar el negocio de pozole y empanadas que años atrás tuvo en el mercado.
A Luvia la pensión que le otorga la Secretaría de Bienestar como adulta mayor no le ayuda lo suficiente. En entrevista con La Silla Rota –en la sala de su casa que ahora es también su negocio– confiesa que ha dejado de consumir algunos alimentos a causa de la inflación, como pollo, res o hasta huevo, “porque se han encarecido demasiado”.
De hecho, invita a quien la entrevista a acercarse a su cocina: “Puedes ver mi ‘refri’ y sólo hay como dos o tres”, dice haciendo referencia a los huevos.
Como ella, Brígida Violante y su esposo, quienes residen de la Ciudad de México, decidieron racionar los alimentos que compran con su pensión, para esquivar la inflación que desde el fin de semana alcanzó el 8.16 %.
El esposo de Brígida se ayuda con la venta de productos en un comercio, pero esto no ha sido suficiente para mejorar sus ingresos económicos y compensar la situación, porque no siempre llegan los clientes.
Brígida, la administradora de los ingresos en la casa de ambos adultos mayores dice que su mesa es testigo de cómo las compras fueron racionadas y pasaron de ser kilos a medios kilos y de piezas completas a medias piezas.
Mientras relata a La Silla Rota su experiencia con el alza de precios de la canasta básica, Brígida muestra las bolsas de sus más recientes compras: un trozo de sandía, 6 plátanos, medio kilo de frijol, 2 pesos de cilantro y 2 de hierbabuena, una lechuga. Fin de la lista.
INFLACIÓN PEGA A PRODUCTOS BÁSICOS
Es precisamente el huevo uno de los productos que más subieron en precio durante la primera quincena de julio, cuando el índice inflacionario aumentó 0.43 % respecto al mes anterior y la tasa general anual alcanzó 8.16 %.
Entre otros productos que subieron se encuentra la cebolla, la naranja y negocios que ofrecen comida como las loncherías o fondas, las taquerías y torterías. Incluso los boletos de avión y otros transportes registraron un incremento de hasta 4 veces su precio anterior.
Para mayo la situación ya era crítica, La Silla Rota realizó una encuesta en sus redes sociales y varios usuarios de la red social Facebook contaron sus historias respecto al alza de precios. Algunos contaron que incluso hacen una comida menos en el día.
Desde marzo la tasa anual de inflación ya alcanzaba su mayor nivel en 21 años. Los productos que para el primer trimestre del año subieron de precio eran alimentos como la cebolla, el limón, el chile, aceite vegetal, jamón, leche, pan de caja y atún en lata.
TAMPOCO HAY PARA FRUTA
Brígida Violante, en la Ciudad de México, cuenta cómo la carne dejó de ser un consumo frecuente y pasó a ser terciario. El día que habla con La Silla Rota tiene la oportunidad de hacer un guisado con carne de res, pero en los siguientes días tendrá que hacer algún platillo con verdura para sustituirla.
«Ya no compro medio kilo de carne, ahora solo compro por pieza o trozos, igual con el pollo porque ya está muy caro”, dice. Y relata una anécdota: “a veces me da pena cuando llega alguna visita porque no comemos hasta que se vaya; es que ya no lo podemos invitar, no queda de otra”.
El ejote y elote permanecen en su dieta, aunque en menor cantidad; en lugar de dos elotes solo compra uno y paga 7 pesos por la mitad de una lechuga en lugar de 14 por una pieza completa.
Jitomates y cebolla también fueron recortados. “No los puedo dejar de comprar, así que solo compro menos y lo uso menos, deje de hacer guisados que llevan jitomate y busque otras opciones», dice.
La escena se repite en el grupo de frutas: “dejamos de consumir manzana y perita y ahora solo compro plátano para el cereal y la sandía por trozo; ya no compro como antes que tenía todo en mi frutero. Ahora solo una o dos frutas y las voy racionando para irlas comiendo.
«Si compraba un kilo de arroz, ahora compro solo medio kilo y lo voy usando poco a poco porque solo solo somos mi esposo y yo. Vamos administrando todo: cuando el limón subió tanto compramos solo medio kilo y lo fuimos usando lo menos posible para administrando”.
“El aguacate no se diga ¡subió hasta el cielo! Ahora ya no lo consumimos porque está muy caro. Y aunque la verdura ha ido subiendo, compramos menos: un chayote hago que alcance para los dos porque no nos queda de otra».
LAS PENSIONES NO ALCANZAN
Lluvia Hernández, en Chiapas, cuenta cómo, después de casi cinco décadas, ha bajado de forma importante la clientela que mantenía en su negocio de pozol, una bebida ancestral, desde que estuvo en el llamado “mercado viejo” de esta ciudad, hasta en la actualidad.
“Ya no es lo mismo, y hay días en los que no queda ni para invertir, y ahora con los aumentos a todos los productos, ¡peor!”, advierte la madre de tres hijas y un par de varones.
Si medio sobreviven, dice, es porque de forma bimestral recibe el apoyo de un programa de Bienestar y, de vez en cuando, lo que sus hijos e hijas les pueden aportar. Su situación empeoró hace dos años, cuando Rodolfo, su esposo de 76 años, dejó de caminar, lo que le impidió seguir trabajando como albañil.
Luvia ahora enfrenta otro reto: hace poco la operaron de la vista y, ante otras afecciones, no podrá continuar con su venta diaria de empanadas y pozol.
“¡Pero ya no se vende igual!”, insiste la mujer de 72 años, y continúa: “Todo está carísimo, y prueba de ello es que no vendo ni el 50 % de lo que vendía antes, pero al menos que salga para los frijolitos, aunque también están bien caros”.