TIJUANA, 10 DE OCTUBRE DEL 2016 (WdC).- Seis patrullas con los códigos encendidos bloquean los extremos de la avenida Ocampo, una transitada vialidad del centro de Tijuana. Una veintena de policías resguardan el área y restringen el paso con cinta amarilla. A la mitad de la calle más de 200 cuerpos yacen sobre el suelo cubiertos con sábanas y cobijas.
Lo que a la distancia parecería la escena de un crimen es en realidad una emergencia de otro tipo: humanitaria, pues se trata de migrantes haitianos que acampan frente a las oficinas donde tramitan los pases para ser atendidos por las autoridades migratorias de los Estados Unidos, país al que aspiran emigrar y comenzar una nueva vida.
Cuando sale el sol, los haitianos se levantan y forman una larga fila frente a la oficina. Michele Pierre espera su turno cruzado de brazos, recargado sobre una valla metálica. Su rostro delata el miedo a que las autoridades estadounidenses le nieguen la entrada y los deporten de vuelta a su país.
El miedo de Michele surge a raíz del revés que ha dado el gobierno federal de los Estados Unidos a las políticas humanitarias que concedían a los ciudadanos de Haití un permiso de entrada temporal, el cual les permitía residir y laborar mientras regularizaban su situación migratoria. Un beneficio al cual pudieron acceder cerca de 5 mil haitianos que llegaron a los puertos fronterizos de California desde finales de mayo de este año, de acuerdo con las cifras de Aduanas y Protección Fronteriza.
A partir del pasado 22 de septiembre todos aquellos haitianos que deseen ingresar al país deberán solicitar asilo ante el Servicio de Ciudadanía e Inmigración de los Estados Unidos. Para ser admitidos deben demostrar que tienen miedo creíble a la tortura o persecución si regresan a Haití, ya sea por sus creencias políticas, religiosas o sexuales, por su nacionalidad, o por pertenecer a un grupo vulnerable específico.
Aquellos que se presenten ante las autoridades migratorias estadounidenses y no logren comprobar ante un juez de migración que su vida o su integridad física corre peligro, serán detenidos y deportados de vuelta a Haití.
“Si son detenidos pueden permanecer encerrados de seis meses o más antes de ser deportados” explica la abogada Elizabeth Camarena, directora asociada del Centro Legal Casa Cornelia, una organización ciudadana que representa jurídicamente a peticionarios de asilo en la ciudad de San Diego, California.
Para Michele, los cambios en las políticas estadounidenses podrían convertir su sueño americano en una pesadilla. “Yo no tengo ningún problema político o de otro tipo, yo solo quiero ir a trabajar para ayudar a mi familia”.
El riesgo a no calificar y ser deportados no ha minado el deseo de los haitianos de intentar cruzar a los Estados Unidos. Todas las noches cientos de migrantes acampan frente al módulo de atención del Instituto Nacional de Migración, para recibir la anhelada ficha.
Solo 50 pases son entregados diariamente, provocando largas filas de solicitantes, que con frecuencia se tornan violentos cuando alguno intenta colarse. Aquellos que logran obtener su pase deben cuidarlo con mucha precaución, pues solo se les concede uno, y no hay reposiciones en caso de extravío o de robo.
Ciudad, rebasada por la migración
La historia de Michele se asemeja a la mayoría de los haitianos que arriban a Tijuana. Salió de su país en 2012, como consecuencia del terremoto que dos años antes había devastado a la nación caribeña, no solo físicamente, también económica y socialmente. Sin trabajo y con dos hijos que mantener decidió emigrar en busca de mejores oportunidades.
Tres países sudamericanos, Venezuela, Ecuador y Brasil, concedieron visas humanitarias a los miles de personas –en su mayoría hombres en edad laboral– que huían de la pobreza, la falta de trabajos y la inseguridad que prevalecía en el país.
Michele se instaló en Brasil, donde trabajó como constructor por casi cuatro años. En esa época había mucho trabajo para los haitianos, construyendo hoteles, comercios y edificios que albergarían a los millones de turistas durante el Mundial de 2014 y las Olimpiadas de 2016.
Una vez concluidos los trabajos, muchos se quedaron sin empleo. La incertidumbre política y monetaria que ha atravesado Brasil en los meses recientes preocupó a Michele y a muchos miembros de la comunidad migrante haitiana, por lo que decidió juntar sus ahorros, empacar sus maletas y dirigirse a los Estados Unidos.
La travesía lo llevó a cruzar diez países en tres meses, y le costó más de 4 mil 500 dólares que había logrado reunir trabajando como albañil. Su destino final es la ciudad de Miami, donde tiene amigos que le ayudarán a instalarse y conseguir un trabajo. Sin embargo, primero tiene que ser admitido por las autoridades migratorias estadounidenses.
La inmensa mayoría de los migrantes llegan a la frontera Tijuana-San Diego, no solo porque es el puerto terrestre internacional más transitado del mundo, también porque se ha corrido la voz entre los haitianos que es donde existen mayores facilidades para ingresar a Estados Unidos.
Con el paso de los días y el arribo de más migrantes haitianos a Tijuana, la situación se vuelve más crítica. Desde finales de mayo la ciudad fronteriza ha recibido a aproximadamente 16 mil extranjeros que buscan ingresar a los Estados Unidos a solicitando asilo o un permiso humanitario, de acuerdo con la Dirección de Atención al Migrante de Tijuana.
De esas 16 mil personas, al menos 11 mil son haitianos, el resto provienen de países como Paquistán, Senegal o el Congo, pero sobre todo de países centroamericanos como Honduras, El Salvador y Guatemala.
Aunque algunos llegan a Tijuana con dinero suficiente para hospedarse en un motel o alquilar una habitación, los largos tiempos de espera agotan sus recursos, es entonces que acuden a los refugios para migrantes de la ciudad.
El problema es que los refugios ya se encontraban saturados desde antes de la llegada de los haitianos, acogiendo principalmente a migrantes deportados, así como a refugiados extranjeros y mexicanos que buscan recibir asilo en los Estados Unidos.
“La gran mayoría de los migrantes que estamos atendemos ahora son haitianos, aunque cuando llegan aquí dicen que vienen del Congo” sostiene el padre Patrick Murphy, director de la Casa del Migrante de Tijuana.
El religioso explica que son dos los motivos por los cuales los haitianos mienten sobre su nacionalidad. La principal es porque al entrar a México a través de la frontera sur reciben un permiso de entrada temporal para transitar hacia los Estados Unidos. Según los testimonios que ha escuchado, es más fácil obtener el permiso si se declara una nacionalidad congoleña que haitiana.
El otro motivo es que temen que de declararse haitianos puedan ser deportados con mayor facilidad a su País que al Congo, dada la cercanía geográfica con la Isla.
“Cuando nos dicen que son del Congo les preguntamos, ¿del Congo Haití?, entonces sonríen y nos dicen la verdad”.
Michele Pierre fue uno de los haitianos que declaró ser congoleño cuando entró al País. Después de tres meses de viaje desde Brasil y más de cuatro mil dólares gastados, no estaba dispuesto a exponerse a una demora en su ingreso a México. Tenía que llegar a la frontera lo más rápido posible.
Un punto crítico
Debido a la saturación de los albergues cientos de haitianos deambulan por las calles del centro de Tijuana buscando un lugar donde dormir. Ante la falta de baños públicos algunos se han visto orillados a hacer sus necesidades en la vía pública, generando molestias de residentes o comerciantes de la zona, y consecuentemente, problemas con la policía local.
La falta de espacio en los albergues ha orillado a Johnny Alexander a dormir en la calle, aunque asegura que nunca ha hecho nada para molestar a nadie. El joven haitiano de 26 años lamenta que las acciones indebidas de unos cuantos se estén generando un estigma contra todos los haitianos.
“Me gritan ¡negro, vete de aquí!” explica avergonzado. Johnny dice haber sido detenido en más de una ocasión por agentes de la Policía de Tijuana, “ellos dicen que no podemos estar ahí, porque la gente tiene miedo de que vayamos a robar” lamenta.
La situación que viven los haitianos en Tijuana es muy penosa para Johnny, sobre todo porque muchos cuentan con educación y capacitación laboral, dominan profesiones que ahora mismo no pueden ejercer en su país por la falta de trabajo. Antes del temblor el Joven trabajaba como paramédico, pero se quedó sin trabajo una vez que comenzaron los despidos masivos en su País.
Durante su estadía en Brasil intentó ejercer su profesión, incluso tomó un curso de especialización, pero nunca logró que lo contrataran, así que decidió viajar y buscar suerte en Estados Unidos. Fue así como llegó a Tijuana, donde ha pasado hambre y ha tenido que dormir en la calle.
En respuesta a la saturación de los albergues, la asociación Ángeles Sin Fronteras ha montado un campamento temporal para migrantes haitianos. Johnny es uno de migrantes que ahí acampa, y aunque admite que dormir en una tienda de lona es muy incómodo, se considera muy afortunado de al menos tener un espacio seguro donde dormir.
El campamento se ubica en el centro de Tijuana, cuenta espacio para alojar a más de 100 personas en tiendas de lona y cobijas. Consciente de que una tienda de acampar no es un alojamiento ideal para un migrante, sobre todo por el descenso en la temperatura que vendrá con la llegada del otoño, el director de la Asociación, Sergio Tamai, considera que es mucho mejor que dormir en la calle.
“Esta situación es una crisis humanitaria” sostiene Tamai, quien ha solicitado a las autoridades locales que se les facilite un espacio más grande para montar un campamento con mucha mayor capacidad. “Nosotros creemos que este problema solo va a empeorar antes de que empiece a mejorar”.
La situación también se ha vuelto crítica para Michele Pierre. Aunque finalmente obtuvo su pase con el Servicio de Inmigración de Estados Unidos, su cita es hasta el 21 de noviembre. Con un mes y medio de espera, sus ahorros completamente agotados, y un riesgo latente a que su solicitud de asilo sea rechazada y termine siendo deportado a Haití, su fe es lo único que lo mantiene fuerte y positivo.
“Yo estoy positivo, no puedo hacer nada más que ser positivo y pedirle a Dios”.