TUXTLA GUTIÉRREZ.- Una férrea pelea por posesión de tierras, diferencias religiosas, cuestiones políticas y la presencia cada vez más aguda del crimen organizado, han provocado que, en varios municipios y localidades de Chiapas, se respire la muerte ante el aumento de la violencia.
Un claro ejemplo es la comunidad Nueva Palestina, municipio de Ocosingo, en la región Selva de Chiapas, cuyos habitantes -de la lengua tzeltal- vivían en paz y sembraban sus tierras para la producción y el autoconsumo. Sin embargo, de unos años para acá cambiaron los hábitos, los volvieron más violentos: de cultivar la tierra para vivir, el tráfico de drogas, armas y personas, forma parte del modus vivendi de los “neopalestinos” chiapanecos.
Gerardo González, investigador de El Colegio de la Frontera Sur (Ecosur), recuerda que en 1973, el gobierno federal emitió un decreto a favor de la comunidad lacandona cercana a comunidades históricas, como Metzabok o San Javier, “y prácticamente los hizo dueños de la Selva Lacandona”.
Empero, desde los años 50 hubo un éxodo, no sólo en Chiapas sino de otras partes del país que, poco a poco, permitió poblar la selva, por lo que cuando se publica dicho decreto, comienza uno de los conflictos agrarios más sangrientos de Chiapas.
“Metafóricamente hablando, hicieron a un grupo pequeño casi terrateniente en lugar de hacerles justicia a todos los grupos agrarios asentados allí”, opina el investigador del Ecosur.
En 1971 nace Nueva Palestina, vía la colonización, y sus pobladores estaban en sus respectivos trámites; “por eso le habían puesto a ese lugar Manuel Velasco Suárez, porque el gobernador de ese entonces es el que establece lo que hoy es la comunidad, con sus representantes, y los organiza”.
Según Gerardo González, la mayoría de los pueblos de la selva fueron construidos de manera mesiánica, porque la mayoría de ellos eran católicos, aunque con el paso del tiempo se convirtieron en protestantes.
“Y una vez que empieza la lucha agraria por el reconocimiento de sus derechos, también empiezan a ampliar sus tierras, y se dieron otros conflictos, de todo tipo, porque había comunidades fuera de la órbita estatal”.
En la conformación, no sólo de Nueva Palestina sino de otras comunidades que, incluso, no eran reconocidas por el gobierno en esa época, algunos pobladores utilizaron recursos para comprar armamento y poder llevar a buen puerto su proyecto revolucionario, desde las Fuerzas de Liberación Nacional (FLN) hasta el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).
Contaminación de la paz
En esta misma inercia, según una investigación de La Silla Rota, aparecieron otros grupos bajo sus propios intereses: rancheros y madereros de regiones como Marqués de Comillas, u otros provenientes de otras entidades que se dedicaron al narcotráfico.
La situación en los 70, detalla González, se enrareció aún más en esa zona, pues también se asentaron migrantes guatemaltecos, y a la par asaltantes, extorsionadores y asesinos. “Lo que se da también por la poca o nula presencia del Estado mexicano”.
Aldama-Chenalhó, otra “guerra” consumada
Aunque desde hace unos 15 meses ha habido una tregua entre comuneros de las localidades Santa Martha, Chenalhó, y Aldama, quienes mantienen una añeja disputa de alrededor de 60 hectáreas de tierra, durante muchos años la “lluvia de balas” ha sido el pan de cada día en esta región.
En el informe más reciente del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas (Frayba), denominado “Chiapas, un desastre, entre la violencia criminal y la complicidad del Estado”, se da cuenta de que las diferentes disputas han arrojado, de 2010 a octubre de 2022, alrededor de 16,755 personas desplazadas de manera forzada en diferentes sitios (no sólo de Aldama y Chenalhó).
Además, revela que, entre 2018 y 2022, casi 3,500 pobladores de Aldama fueron desplazados de manera intermitente; lo mismo ocurrió con Chalchihuitán, cuya disputa territorial con Chenalhó provocó que más de 5,000 personas tuvieran que abandonar sus viviendas por el riesgo a sufrir ataques armados.
De acuerdo con Servicios y Asesorías para la Paz (Serapaz), desde 1976, Chalchihuitán y Chenalhó, municipios de los Altos de Chiapas, están sumidos en un conflicto territorial con graves implicaciones sociales y culturales.
Sin embargo, expone que el conflicto se agravó el 18 de octubre de 2017, cuando un grupo armado paramilitar de Chenalhó desplazó violentamente a más de 5,000 mil personas de Chalchihuitán, quienes se refugiaron en la montaña.
En el caso de la “guerra” entre Aldama y Santa Martha Chenalhó, el Frayba documentó, por ejemplo, el recrudecimiento de ataques de este último poblado contra el primero entre finales de 2021 y principios de 2022.
Sólo en octubre de 2021, contabilizó 200 ataques, es decir alrededor de seis o siete eventos diarios durante ese mes. Para marzo del año pasado, el mismo Centro de Derechos Humanos registró poco más de 430 ataques en contra de comunidades de Aldama.
Uno de los últimos eventos de este tipo se registró el 21 de febrero de 2022, cuando policías estatales y elementos del Ejército mexicano fueron sorprendidos a balazos mientras recorrían Aldama; un campesino y un agente resultaron lesionados.
Pero la pelea por tierras no para. A pesar de que los comuneros de Santa Martha, Chenalhó, se calmaron con Aldama, ellos iniciaron o reavivaron otro conflicto agrario de manera interna, lo que derivó en muertes. Uno de los últimos episodios de violencia se registró cuando masacraron a 7 indígenas desplazados que se refugiaban en una bodega, en la comunidad Polhó, en Chenalhó, por el conflicto territorial con los mismos pobladores de Santa Martha.
Majomut, otro de los refugios
En octubre de 2022, La Silla Rota se metió a las entrañas de Majomut, a donde habían llegado las 60 familias desplazadas, a fin de comprobar las condiciones en las que vivían derivado del conflicto que mantienen con otro grupo de su comunidad.
En esa ocasión, las víctimas manifestaron que el 29 de septiembre de 2021, un comando quemó viviendas y mató a unas 20 personas. De acuerdo con la información, hace cuatro años, una controversia agraria le dio la razón a Santa Martha sobre la disputa de 22 hectáreas con el pueblo vecino de Chalchihuitán.
Sin embargo, los habitantes de la primera comunidad se dividieron y comenzó otro problema que estalló ese 29 de septiembre por el control de esa extensión de tierra “recuperada”.
De hecho, los casi 160 desplazados en total, la mayoría niños y niñas, se han mantenido en precarias condiciones en otras zonas de Chenalhó, como lo estaban en Polhó, e incluso no reciben el apoyo del gobierno estatal.
Tema de fondo, preocupa
En entrevista, Esdras Alonso González, líder de la iglesia cristiana “Alas de Águila, Ejército de Dios”, con gran presencia en regiones como San Cristóbal de Las Casas, advierte que los conflictos entre territorios ya no son hechos aislados, sino se trata de una estrecha vinculación entre el movimiento internacional, nacional y regional. “Hoy, el fenómeno de la globalización vincula todo”.
Los conflictos en el mundo, incluidos los de Chiapas, tienen que ver más con un tema de fondo, como la búsqueda de los energéticos, tierras y recursos naturales, especifica.
Todo obedece, agrega, a intereses de una clase política. “Por ejemplo, Chiapas es un estado que le garantiza energía a Centroamérica, pero va más allá, porque también hay minería… Entonces, se quiere desviar la atención en conflictos entre grupos, cuando debemos saber quién o quiénes los hacen pelear, el fin que se persigue”.
Separatismo, la estrategia perversa
Alonso González ejemplifica el caso de Aldama, cuya municipalización se originó en 1998, como una respuesta al surgimiento del EZLN. “Lo que quiere decir que había un conflicto atrás de 1994, los acuerdos de San Andrés en 1996, o en el 98 se crearon 8 municipios más en la entidad, es decir los separaron”.
Por ello, opina que esas cuestiones separatistas obedecen a esos intereses de la explotación de los recursos naturales y la tenencia de la tierra; entonces, cree que estos conflictos se elevan de carácter social a uno económico, “y de intereses más allá de nuestras fronteras”.
Pese a estar convencido de que la paz le conviene a todos, Esdras Alonso puntualiza que la legítima defensa está inmersa en las escrituras (la Biblia), “lo que se tiene que hacer es trabajar por la reconciliación a todos los conflictos, que los que están sentados en el poder dialoguen más, y no pelear”.
De nueva cuenta, Gerardo González, de Ecosur, sabe que detrás de todo conflicto entre pueblos está la clase política, misma que –dice- no se formó para servir, sino para servirse, y convirtieron muchos territorios en espacios de poder.
Para el investigador, detalla, los conflictos no sólo se deben a una matriz religiosa, “la conflictividad en Chiapas cada vez se incrementa más, el levantamiento armado del 94 es la cosa más fuerte que hemos tenido, pero no se dio a conocer por su brutal violencia, pero de ahí se viene lo de Acteal (masacre), de ahí la matanza de Velasco Viejo, y todo lo que vivimos hoy”.
Aldama, en aparente calma
Rodrigo está contento porque en Aldama hay tranquilidad desde hace varios meses. “Estamos muy contentos, porque no ha habido intercambio de disparos, los pobladores están contentos, llegan a sus parcelas, cafetales que colindan con Santa Martha”.
De acuerdo con el experto, ya estaban cansados de sufrir ataques de sus vecinos de Santa Martha, por lo que augura que la situación se mantenga de esa forma. Tan grave era la problemática, acepta, que algunos de sus familiares y amigos querían dejar Aldama y buscar una mejor vida en otro lado.
Sin embargo, celebra que la situación se compusiera, aunque afirma que no pueden confiarse al 100 por ciento, “porque no vemos mucho interés de que las autoridades locales quieran resolver este problema agrario”.