En las elecciones por la gubernatura de Tabasco, de 1994, el entonces gobernador de Puebla, Manuel Bartlett movió a otros gobernadores priistas para evitar que se consumara el golpe del presidente Ernesto Zedillo contra un cuestionado gobernador: Roberto Madrazo.
Andrés Manuel López Obrador, derrotado en la elección tabasqueña, encabezó un éxodo a la Ciudad de México para exigir a Zedillo que removiera a Madrazo y se convocara a nuevas elecciones. Según columnistas de la época, se negoció una nueva elección en Tabasco.
Zedillo llamó a Madrazo para comunicarle que tenía que pedir licencia para realizar nuevas elecciones, y el priista tabasqueño accedió, sólo le pidió tiempo para viajar a Villahermosa para anunciar su decisión al Congreso local. El entonces director del Infonavit, Arturo Núñez, iba a ser el relevo de Madrazo en un gobierno interino hasta las nuevas elecciones.
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Sin embargo, Bartlett tomó el mando real del priismo, habló con la lideresa María de los Ángeles Moreno y con otros gobernadores. Todos cerraron filas, llamaron a Madrazo y le pidieron que no renunciara, que contaba con su respaldo. Madrazo se rebeló y se quedó en Tabasco. Así dobló Bartlett a Zedillo, según políticos de la época.
Un lustro después, Bartlett quiso nuevamente ser candidato presidencial, y fue a una contienda interna priista contra Francisco Labastida, Humberto Roque Villanueva y Roberto Madrazo. Sin embargo, esta vez no tuvo la mano protectora de su antiguo amigo Carlos Salinas. Fue aplastado por el presidente en turno, Ernesto Zedillo.
LA INTERNA
El 7 de noviembre de 1999, el PRI realizó una elección preliminar para seleccionar a su candidato a la presidencia. Mientras al tricolor “todo le salía bien”, la oposición no daba visos de poder ir en alanza, que en teoría era la única forma de derrotar al viejo partido, y las aspiraciones de Vicente Fox y Cuauhtémoc Cárdenas nunca cedieron. Esta elección preliminar del tricolor tenía el propósito de no recurrir a la figura del tapado o “dedazo”.
En la boleta priista se encontraban Francisco Labastida, exsecretario de Gobernación y antiguo mandatario en Sinaloa; Roberto Madrazo, quien había gobernado Tabasco; Manuel Bartlett Díaz, exgobernador de Puebla, y Humberto Roque Villanueva, un legislador experimentado, coordinador y dirigente del PRI.
Participaron 10 millones de votantes, lo que era cerca del 20% del padrón electoral. El triunfo recaería en quien obtuviera el número mayor de los 300 distritos en los que se divide la geografía electoral en el país.
La contienda en realidad se desarrolló entre Labastida y Madrazo. El primero tenía las credenciales que provenían de una trayectoria limpia y las que le daba la simpatía del presidente Ernesto Zedillo y, el segundo, un halo de rebeldía, producto de que se negó a renunciar al cargo de gobernante de Tabasco.
Las particularidades de los participantes hicieron que la dinámica se volviera ríspida, que Labastida se centrara en acusar a Madrazo de corrupción y que este último elaborara un lema eficaz: “dale un madrazo al dedazo”.
Labastida triunfó en 272 distritos, Madrazo lo hizo en 19, Bartlett en 6 y Villanueva en ninguno. En términos de sufragios, el sinaloense obtuvo 5 millones y el tabasqueño 3 millones.
Sin embargo, la ciudadanía, más allá de los 10 millones de participantes en el ejercicio priista, quería un cambio y esto lo supo ver con claridad el equipo de Vicente Fox.
Labastida era un buen candidato y el presidente Zedillo contaba con una calificación aprobatoria. En el PRI, sin embargo, estaban abiertas múltiples heridas.
EL DEBATE
El 8 de septiembre de 1999, el PRI calificó de “histórico” el debate televisivo entre sus cuatro precandidatos presidenciales. En realidad, el debate estuvo centrado en dos de ellos, Francisco Labastida y Roberto Madrazo. En una discusión cargada de acusaciones, Madrazo apareció como el vencedor según la mayoría de las encuestas.
El debate se realizó en el auditorio del World Trade Center de la Ciudad de México con miras a las internas abiertas del PRI del 7 de noviembre de ese año para elegir al candidato presidencial del 2000. Lo que más abundó fueron las acusaciones: Madrazo tachó a Labastida de “candidato oficial” y Labastida le dijo que ésa era una “más de sus largas mentiras”. Ambos se acusaron además de ser respaldados por Salinas de Gortari.
Luego, Madrazo les reprochó a Labastida y Bartlett, quienes fueron en diferentes periodos secretarios de Gobernación, no haber resuelto el problema de inseguridad que es el que más preocupa a la población.
La encuestadora Indermerc-Louis Harris indicó que la intervención de Madrazo fue considerada mejor por el 41 por ciento de los consultados, mientras que Labastida obtuvo el 25 por ciento. Por su parte, Manuel Bartlett y Humberto Roque Villanueva alcanzaron apenas el 16.5 y 9.4 por ciento, respectivamente.
Otro sondeo, del Centro de Estudios de Opinión (CEO) de la Universidad de Guadalajara, también indicó la superioridad de Madrazo, según 950 encuestados, pero por un margen exiguo: 27.3 por ciento contra un 25.5 por ciento.
LA DERROTA
La elección presidencial del 2000 fue un hito en la historia política del país. Fue la primera vez en 71 años que un candidato de oposición ganó, rompiendo el dominio del PRI.
El que tumbó al PRI fue Vicente Fox, un entonces carismático y enérgico empresario, ex gobernador de Guanajuato, quien destacó por su compromiso con la transparencia y la rendición de cuentas, y su visión de que México pudiera competir y cooperar con Estados Unidos y el mundo.
La campaña fue intensa. Los electores pudieron votar por primera vez por un candidato no priista, sin temor a represalias o fraude.
El 2 de julio de 2000, la elección tuvo una alta participación. Fox fue declarado vencedor con el 43.43 por ciento de los votos, frente al 36.89 de Labastida.
Muchos años después, Labastida declaró: «A mí no me ganó (Vicente) Fox, a mí me ganó (Ernesto) Zedillo”.
En 2018, el derrotado candidato presidencial reveló un episodio para ilustrar la actitud del expresidente Ernesto Zedillo hacia el que se suponía era su partido: un gobernador amigo le reveló al entonces candidato presidencial que Zedillo le pidió que no ayudara a la campaña y que, de hacerlo, sería perseguido por la procuraduría.
“Por eso le digo que a mí no me ganó Fox, a mí me ganó Zedillo. No era un asunto personal, no es que fuera mi enemigo, sino del partido”, comentó Labastida ante reporteros que lo entrevistaron luego de una reunión del entonces candidato presidencial del PRI, José Antonio Meade, con miembros de la Cámara Americana de Comercio.