El primer año de gobierno de Andrés Manuel López Obrador genera en los colaboradores de EL UNIVERSAL elogios, pero también descalificaciones
El primer año de gobierno de Andrés Manuel López Obrador genera en los colaboradores de EL UNIVERSAL elogios, pero también descalificaciones.
Hernán Gómez
La política nunca es el reino de los sueños. Siempre habrá cosas que no nos gusten y los políticos siempre serán políticos.
En realidad, cuando votamos por uno u otro candidato estamos eligiendo al menos peor. En ese sentido estoy convencido de que López Obrador era, por mucho, menos peor que cualquiera de las otras opciones.
Tras un año de gobierno AMLO ha demostrado ser un gran líder social –quizás el más importante desde Lázaro Cárdenas– y también un gran político, aunque todavía tengo dudas de qué tan buen gestor público sea.
Hay varias cosas que no me cierran. Su pretensión de dominarlo todo y delegar poco no ayuda; las decisiones que toma no siempre son persuasivas ni parecen haber sido sopesadas previamente con un equipo.
Sabíamos todos que despreciaba a los tecnócratas –y qué bien–, pero no contábamos con que a veces también desprecia la técnica.
De su gobierno celebro la voluntad de cambio, la valentía para apartarse de viejos paradigmas y el haber recuperado el valor de la política.
De la gestión, apoyo especialmente el énfasis en lo social y el hecho de que se estén destinando a programas sociales más recursos que en toda nuestra historia; eso no es poca cosa.
También veo con buenos ojos el cambio en la estética de lo público y el que se haya puesto un freno a los excesos en que vivía nuestra clase política a través de la reducción de sueldos y las medidas de combate a la austeridad.
La economía y la seguridad son los grandes retos de la 4T; el presidente debiera obsesionarse con esos temas tanto como se ha obsesionado en combatir la corrupción.
Ricardo Raphael
Un gobierno que no es de claroscuros, sino de blancos y negros. Discursos y acciones muy luminosas que sin transición contrastan con decisiones arbitrarias, descalificaciones injustas y estigmatización sistemática sobre los adversarios.
El presidente de la reconciliación y la República fraterna es el mismo al que le da flojera hablar con la sociedad civil, el que ordenó violar la ley para nombrar a una persona incondicional en la CNDH o el que descalifica como conservador decimonónico a todo aquel que se atreve a criticarlo.
Andrés Manuel es el político cercano a las personas vulnerables, quien va por los pobres para traerlos a la dignidad, el luchador social infatigable. López Obrador, en cambio, es el que canceló arbitrariamente el aeropuerto de Texcoco, quien dejó plantadas a las víctimas que han sufrido la violencia del Estado, quien lanzó gas lacrimógeno contra los presidentes municipales que exigían ser escuchados.
En el 2020 tendrá frente a sí una doble y muy grave crisis: violencia y decrecimiento económico. Con todo, el futuro podría ser luminoso siempre y cuando Andrés Manuel le gane la partida a López Obrador. Que la fraternidad se imponga sobre la polarización en el balcón central del Palacio Nacional.
Alfonso Zárate
La polarización es la nota que singulariza este momento; observamos una mayoría social que apoya sin reservas al presidente, que lo sabe cercano y sensible y, en contraste, anchas franjas ciudadanas que observan con preocupación, incluso con alarma, un gobierno que juzgan atropellante y de ocurrencias. Un problema mayor es la incapacidad en grupos de ambos bandos para argumentar y dialogar, choque de intolerancias.
José Antonio Crespo
En materia política, lo más distintivo en este primer año es la vulneración de los contrapesos y equilibrios institucionales que relativamente se habían conseguido en las últimas décadas, sea por la mayoría legislativa a base de compra o intimidación de legisladores de oposición, o bien a través de la colonización de la Suprema Corte y órganos autónomos y de control, con leales al presidente. O también mediante la desaparición o debilitamiento de tales instituciones. Lo cual está contemplado como parte del proyecto de la Cuarta Transformación, que plantea un cambio socioeconómico radical y definitivo, para lo cual, según su narrativa, se requiere concentrar el poder político en el Ejecutivo, pues cualquier espacio neutral será ocupado por los adversarios del cambio.
Lourdes Morales Canales
Entender las prioridades y el rumbo del gobierno de la cuarta transformación implica contrastar el discurso con las acciones tomadas. Algunas formas han cambiado para bien: se eliminan los excesos, se revisan los gastos, se limita el dispendio. Se valora la promoción de derechos sociales, se visibilizan los pueblos indígenas, se enfatiza la necesidad de hacer investigación con orientación social. Desafortunadamente, el cambio de formas se vuelve irrelevante frente a problemas graves, escasamente resueltos, que requieren audacia y estrategia. Inseguridad, desigualdad, corrupción y violencia –y en particular contra las mujeres– convocan a sumar esfuerzos más allá de las afinidades. Un Estado fuerte y con capacidades, que rinda cuentas, que permita la expresión de distintas voces, todavía es posible. Mientras no suceda, todo quedará en promesa.
Ricardo Rocha
En economía, estamos en cero. En lo social, enfrentados entre chairos y fifís. En el ánimo, todavía estupefactos por algunas decisiones de su gobierno que no entendemos. En los medios, con ganas de decirle que es hora de escucharnos; que la crítica de buena fe es consustancial al periodismo y mucho más valiosa que los lambiscones abyectos; que no somos sus enemigos; que no nos creemos perfectos; pero que tampoco somos perros ni mordemos la mano de nadie.
Leonardo Curzio
Si consideramos el estado de ánimo nacional estamos claramente mejor que el último año de Peña Nieto. La gente confía en el gobierno que ha conservado una imagen decente y sensible y cercana a las capas menos favorecidas. Pero si vemos los indicadores que se desprenden del desempeño gubernamental el panorama parece poco luminoso. No hay buenas perspectivas económicas y el desempeño de seguridad pública es malo. El presidente habla mucho, pero lee poco (como se puede comprobar en su libro más reciente) y tiende a descalificar antes que escuchar. La grieta que divide a los mexicanos crece y el primer responsable de que esto ocurra es la Presidencia, por tanto lo que hoy es todavía buen ánimo puede avinagrarse y regresarnos a la espiral de pesimismo de que este país no tiene arreglo …
Alberto Aziz Nassif
El país se encuentra en el arranque de un proyecto que intenta enfrentar y corregir graves problemas como la violencia, la impunidad, la corrupción y la desigualdad. El primer año de la llamada 4T estuvo lleno de sorpresas, hallazgos, errores y tragedias.
Un aprendizaje importante de los primeros doce meses, tanto para el presidente como para la ciudadanía, será entender que la complejidad de los problemas necesitará de más tiempo, más paciencia, menos polarización y más diálogo. A un año, quizá estamos mejor si se considera el objetivo de marcar una frontera clara entre la autoridad y el crimen, pero no vamos mejor en los resultados de la violencia, que siguen al alza. Tal vez estamos mejor por el esfuerzo redistributivo, pero estamos sólo al inicio. No estamos mejor con una economía que no crece nada; tampoco con una política fiscal que no se quiere reformar y una austeridad que resulta muy costosa para el sector público. Urge tener resultados positivos en el combate al crimen, en una mejor impartición de justicia y en una menor polarización.
Catalina Pérez Correa
En materia de seguridad no hay una mejoría y quedan pendientes las promesas que se habían hecho en campaña. Desde el inicio se reconoció que un cambio en la política de drogas era uno de los puntos centrales para lograr la paz. No obstante, en esta materia no hay cambios. La ley de regulación de cannabis sigue parada y el discurso oficial sigue siendo de estigmatización de los usuarios. Otro de los puntos que se ha reconocido como importante para lograr mejoras en seguridad es la desmilitarización de la seguridad pública y el remplazo de los militares por policías civiles, locales. Si bien hay un cambio en la existencia de enfrentamientos abiertos de las fuerzas armadas con grupos de delincuencia organizada, la militarización continúa y el fortalecimiento de capacidades locales y civiles sigue sin verse. En materia de procuración de justicia tampoco hay cambios que permitan ver una mejoría en la eficacia de las instituciones. Gran parte de las reformas limitan los derechos procesales dando mayor discrecionalidad a los operadores, sin mejorar su funcionamiento. Así se aprobó la ampliación de delitos que conllevan prisión sin sentencia, una medida que no resulta efectiva para reducir delitos pero sí para sobrecargar los sistemas penitenciarios y castigar la pobreza. También se aprobó la ley de extinción de dominio, otra medida que viola la presunción de inocencia a fin de permitir mayor discrecionalidad de la autoridad. Lo que prevalece en materia de seguridad son estrategias aisladas, reactivas y no la construcción de capacidades institucionales que necesita el país.
Raúl Rodríguez
A un año del gobierno de AMLO no estamos mejor a partir de dos datos: no hay crecimiento económico ni se han revertido violencia e inseguridad. Sin embargo parece predominar la esperanza de cambio sobre el desencanto, a partir de las acciones contra la corrupción y el inicio de los programas sociales de apoyo. Los resultados de éstos empezarán a cuantificarse el año próximo.
Ana Paula Ordorica
¿Estamos mejor con López Obrador? Sin duda, no. La inseguridad está desbordada. México tiene una tasa de 29 homicidios por cada 100 mil habitantes. En comparación, nuestros dos vecinos del norte, Estados Unidos y Canadá, tienen una tasa de 12 y 0.7 homicidios por cada 100 mil habitantes, respectivamente.
La razón principal es que en esos dos países se respetan las instituciones y el Estado de derecho. Si México quiere aspirar a ser un mejor país, es ahí en donde tendríamos que enfocar nuestras baterías, pero en este primer año de gobierno es justamente el golpeteo a las instituciones y al Estado de derecho lo que ha marcado el cambio prometido. Las instituciones –electorales; financieras; de sectores como el energético– que tanto trabajo y dinero han costado ir edificando, se están desmantelando. El Estado de derecho está mermado al utilizar una herramienta como la UIF o la FGR para intimidar a enemigos. Dos casos emblemáticos: ex Ministro Eduardo Medina Mora y
Rosario Robles. Una cosa es la tan necesaria lucha en contra de la corrupción; otra muy distinta es el linchamiento escudado de esta lucha.