En México existe una variada literatura académica que tiene por tema el crecimiento urbano de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México (ZMCM) llamada por algunos Zona Metropolitana de Valle de México (ZMVM). Este interés data al menos desde que la urbanización de la Ciudad de México rebasó los límites administrativos delegacionales e incursionó en los municipios del Estado de México dando paso a la etapa de metropolización. Los trabajos y reflexiones que causa el fenómeno urbano en el centro del país son muy variados entre los profesionales y académicos inmersos en el tema.
En mi caso tres experiencias pasadas incentivan una reflexión en este sentido. La primera de ellas cuando, siendo estudiante de licenciatura, en una clase se discutía sobre el crecimiento urbano de la Ciudad de México y la zona metropolitana. En ese momento creía que por la saturación y la falta y de suelo urbanizable, dicho fenómeno no podía (o no debía) continuar. Hoy entiendo que la ciudad crece prácticamente hacia cualquier dirección, el fenómeno urbano (al menos en esta región) no se detiene por encontrar a su paso áreas de conservación protegidas por la ley, bosques, pastizales; zonas chinamperas, lagos y lagunas; suelos salinos y cáusticos, suelos ejidales, tiraderos de basura, canales de aguas negras, parques y jardines “públicos” etcétera. Fundamentalmente porque en el fenómeno urbano intervienen muchos intereses económicos, actores y procesos que territorialmente se expresan en un continuo cambio urbano y en una dinámica depredadora por sobre los servicios ambientales que prestan los suelos no urbanos.
La segunda experiencia (más reciente) fue cuando en una ocasión, siendo la tarde– noche de un día veraniego, realicé un viaje hacia la ciudad de Querétaro, en una hora en la que una gran cantidad de población y vehículos se mueve hacia el norte de la periferia de la urbanización de la ZMCM. Me llamó la atención cómo un elevado número de vehículos automotores congestionaban las vialidades (Boulevard Manuel Ávila Camacho – México-Querétaro) y cómo gradualmente disminuía la saturación conforme me aproximaba a la caseta de cobro de Tepotzotlán, para salir a la Autopista México–Querétaro (su localización se puede interpretar al límite de la urbanización de la ZMCM). Muy evidente y revelador resultó que, pasando esta caseta de cobro, el aforo vehicular y la densidad de vehículos disminuyo radicalmente.
¿Por qué sucede esto? ¿Por qué sucede un fenómeno similar en otras salidas de carreteras y autopistas de la periferia de la ZMCM? Sin duda la respuesta son los conjuntos urbanos y las nuevas urbanizaciones periféricas de la ZMCM y su población residente.
En otra publicación para La Silla Rota, expresé que uno de los efectos de la Reforma Agraria de 1992, son la aparición y auge de los conjuntos urbanos, que representan una nueva forma de urbanización emprendida por la iniciativa privada, la cual significa la producción de casas producidas en serie, en donde el Estado es un actor principal al financiar con créditos a algunos sectores asalariados de la iniciativa privada y gobierno, principalmente para la compra de vivienda, cerrando el círculo de la oferta y la demanda de la misma. Este fenómeno ha significado una colonización urbana sobre el campo sin precedentes, con profundas consecuencias negativas, sociales y ecológicas, en el aire, suelo y agua.Cada vez más comunes e importantes son los conflictos por la apropiación del agua, por parte de la urbanización sobre el campo: de las nuevas urbanizaciones sobre las comunidades originales.
Las localizaciones de los conjuntos urbanos, íconos de la urbanización mercantil, se encuentran a lo largo y ancho de todo el país, pero generalmente se ubican en las periferias urbanas de las ciudades de México, debido al menor costo del suelo para su construcción. En la región centro de México prácticamente están presentes en todos los municipios del Estado de México que rodean a la ZMCM, pero principalmente en Chalco, Chicoloapan y Texcoco al oriente; Huehuetoca, Tecámac, Zumpango y Cuautitlán al norte. Desde mi punto de vista, su localización constituye un buen indicador de la dirección del crecimiento urbano, porque al instalarse no solo “crean”, sino jalan, urbanización hacia áreas vacías que eventualmente se van llenando ante la especulación del suelo. Y es que se ha demostrado en distintos estudios que en la ZMCM el crecimiento urbano es mayor que el poblacional.
La tercera experiencia (no es que haya olvidado contarla), fue muy particular, pues es evidente que las nuevas urbanizaciones necesitan agua. En una ocasión, haciendo trabajo de campo por Morelos, un campesino me señalaba que los Conjuntos Urbanos instalados, cada vez más cerca y en mayor proporción, cerca de los ejidos de los pueblos, se robaban el agua “agujereando” la tierra con pozos para extraer su líquido, con lo que disminuía notablemente la cantidad de agua del manantial que daba agua a los pueblos de la región. Autoridad y empresa privada lo negaban. Sucedió entonces que, por alguna falla, un día no hubo energía eléctrica por toda la región, al no haber energía, no funcionaron las bombas de los pozos extractores de agua. Entonces, el manantial comenzó a producir mucha agua y volvió a su nivel original, pero en cuanto la energía regresó, bajó drásticamente el nivel de agua. ¿Qué más pruebas queremos de que ellos [la iniciativa privada, la empresa, el capital, especuladores, gobierno, foráneos y todos los actores no visibles pero reales – anotación mía-] se están chupando a la Tierra?, expresó el hombre…