POR: JOEL HERNÁNDEZ SANTIAGO
CIUDAD DE MÉXICO 26 de octubre de 2016 (La Silla Rota).- Resulta que a Andrés Manuel López Obrador (Morena) y a Agustín Basave (PRD) les disgusta lo que se dice de ellos y de su gente o de quienes comulgan sus ruedas de molino. Propio de un conservadurismo que nada tiene que ver con la izquierda ideológica que ambos dicen representar, decidieron que la libertad de expresión debe ajustarse a su medida y a sus intereses personales y políticos.
Son ellos mismos quienes día a día, desde sus púlpitos, denostan a sus adversarios políticos, los califican, los descalifican, los apodan, los agravian en sus dichos y en sus acusaciones, los acusan sin pruebas y los humillan; son los mismos que recuerdan con esto que es mejor que se ‘haga la voluntad de Dios en los bueyes de sus compadres’…
La Suprema Corte de Justicia de la Nación está en proceso de análisis del derecho de réplica en medios de comunicación. Esto a petición del PRD y Morena.
Según el documento en estudio, cualquiera que se sienta agraviado por información difundida en medios de comunicación podrá demandar réplica y/o demandar judicialmente a sus autores. Es una propuesta de inconstitucionalidad al artículo 3° reclamada por los susodichos ‘hombres de justicia, igualdad, libertad, derechos, democracia y bien nacional’. Es la petición y el dilema.
El proyecto de sentencia que se pondrá a consideración de los Ministros de la Suprema Corte de México el 7 de noviembre de este año lo realiza el ministro Alberto Pérez Dayán. Y significa que se podrían eliminar del artículo tercero de la ley los requisitos de información inexacta o falsa, para pasar a hacer valer el derecho de réplica ante el medio y los tribunales.
Actualmente el artículo 3° dice que “Toda persona podrá ejercer el derecho de réplica respecto de la información inexacta o falsa que emita cualquier sujeto obligado previsto en esta ley y que le cause un agravio”. Hasta ahí. Y esto está bien. Ya hay derecho de réplica y ya hay leyes que defienden la dignidad y la integridad personal patrimonial de las personas.
La libertad de expresión es la base de todas nuestras libertades. Es un derecho político y social que le es intrínseco a todos los humanos y, por lo mismo, es un derecho humano.
Este derecho viene de lejos en nuestro país y llegó aquí montado en la Constitución de Cádiz de 1812. La novedad entonces fue, precisamente, la de la libertad de imprenta que garantizaba a los habitantes de la Nueva España a publicar lo que se piensa y lo que se cree en base a su criterio y al respeto al derecho de otros y a su dignidad y libertad.
Ese precepto pasó a la Constitución de Apatzingán de José María Morelos y de ahí en adelante ha sido joya asimismo preciada, como perseguida por intereses mezquinos, casi siempre políticos.
Andrés Manuel López Obrador dice que ‘limitar el derecho de réplica, sin considerar toda propagación de hechos agraviantes que, incluso, puedan ser ciertos, pero que causan una molestia, como la difamación a través de medios de comunicación, es inconstitucional”. Así que, según este criterio, la verdad es inconstitucional.
Son muchos años de defensa de esta libertad, la de pensamiento, la de imprenta, la de información, la de expresión. Y sí. Quienes ejercen este derecho y lo hacen público a través de los diferentes medios de información y comunicación, buscan cada día más, respetar los criterios de verdad impresos en los códigos de ética internacionales, nacionales y domésticos.
Y el trabajo de la información, comunicación y verdad tienen que ver con la construcción firme de una sociedad crítica e inteligente, democrática y libre. Informar es indispensable y justo.
A nadie, en ninguna sociedad democrática, le conviene el silencio o la intimidación o el temor a represalias impresas en la constitución por el sólo hecho de una circunstancia política o intereses electorales o particulares.
Cavar la tumba de la democracia comienza por cavar la tumba de la libertad de expresión.
Ninguna ley, ningún mandato, ningún ordenamiento que contravenga la ley exacta y de origen como es la libertad de expresión puede ser una buena ley, ni puede tener sentido y beneficio colectivo e histórico.
La Suprema Corte de Justicia de la Nación tiene en sus manos un asunto muy delicado. En su decisión deberá predominar el bien supremo, que es el del derecho inalienable de todo humano a expresarse; el de la verdad; el del respeto; el de la expresión como síntoma de libertad y democracia y el de poder decir sin ambages lo que se ve y se sabe, en beneficio de los mexicanos de hoy y de mañana, sin intimidaciones o persecuciones.
Vaya que tiene que reflexionar mucho esta Corte. Vaya que tiene que obedecer a criterios en los que el mandato sea el de la soberanía popular, individual y colectiva, y vaya que ir contra la historia y contra los aires de libertad podría ser muy costoso en su identidad como hombres de justicia y de razón suprema.
La libertad de expresión es intocable, para todos. Para cada uno. Para los de hoy. Para los de mañana. Y ningún partido o su gente, ya del PRI, PAN, PRD o Morena… y rémoras, deberán atentar en contra de lo que nos es natural.
Pensar en libertades responsables, justas y sin condiciones, es propio de una izquierda moderna y progresista, activa y social. Y esa es, precisamente, la izquierda que necesita y que muchos queremos en este país… No la de la amenaza o el desquite o la venganza.
@joelhsantiago
@OpinionLSR