por: ISMAEL JIMÉNEZ El pasado mes de agosto, la NASA reportó que la temperatura del planeta había aumentado un grado centígrado más con respecto al último registro de finales de 2015. Es decir que sólo en ocho meses, se alcanzó la predicción que durante la COP21 de París, se preveía para 2030.
Lo anterior modificará la agenda de la COP22 que se realizará en Marruecos del 7 al 18 de noviembre próximo en donde se esperaba que llegaría ya con la ratificación de los países que firmaron los acuerdos para mitigar el calentamiento global alcanzado el año pasado.
Se requería que al menos 55 de los países que contribuyen con el 55% de las emisiones de CO2, ratificaran los acuerdos de la COP21 para comenzar a determinar un plan de medición de emisiones, para luego buscar estrategias de mitigación de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).
Con esto se buscaba que la temperatura del planeta para el 2030, no se incrementara en dos grados y la meta era que sólo subiera 1.5 grados. Los datos reportados por la NASA cada mes, muestran como a lo largo de este año, se rompieron records del incremento de la temperatura. Pero lo más preocupante, es que no se ve cómo se puede revertir ese proceso.
Los efectos del calentamiento global, no son solamente ecológicos, también generará efectos sociales y económicos, pues con el derretimiento de los polos, están aumentando los niveles de los mares y con ello, cada vez son más frecuentes y de mayor intensidad, los huracanes y tornados que afectan las zonas costeras. De seguir la tendencia, provocará que los pobladores de esas regiones, comiencen a migrar a las ciudades. En el aspecto económico, los efectos de desertificación de las zonas rurales de producción agrícola, afectarán el abasto de alimentos.
Estos fenómenos afectan el comportamiento de los mercados en sus diversas facetas económicas, pues los gobiernos, deberán hacer frente al desplazamiento de pobladores venidos de las zonas afectadas por el calentamiento global, mientras que el comercio y el consumo, estarán presionados por una menor producción y una mayor demanda, no sólo de alimentos, también de empleos y servicios, pues con una mayor concentración poblacional en las grandes ciudades, generarán mayores costos económicos.
Todo esto sin dejar de mencionar los irreversibles efectos a los ecosistemas y la biodiversidad del planeta. De acuerdo con datos de la ONU, se perdería el 15% de las especies de flora y fauna si la temperatura del planeta se incrementa 2 grados centígrados, ese umbral ya no está lejos y podría alcanzarse antes de siete años si tomamos como referencia los datos reportados por la NASA durante este año.
Los acuerdos de París, significan un avance relevante; sin embargo, todavía hay mucho trabajo por hacer y los procesos no van a la velocidad que la crisis amerita. Por ejemplo, hasta el pasado mes de septiembre, sólo 27 países habían ratificado los acuerdos. Pero lo más importante de estos acuerdos, es que apenas iniciarán los protocolos para medir más o menos homogéneamente las emisiones de CO2 por país y por actividad económica en todo el planeta.
¿Qué significa esto? Que hasta el momento, todos los cálculos de emisiones de CO2 emitidos al planeta, se han basado únicamente en el consumo de energía eléctrica de los países y las industrias, y que según datos de la Agencia Internacional de Energía, contribuye con el 35% de las emisiones, mientras que la actividad industrial genera 27%, la construcción 10%, el transporte en todas sus modalidades 20 % y la actividad agrícola 8 por ciento.
Es decir, que las emisiones directas de CO2 por parte de cada una de estas actividades, no han sido registradas, ya que sólo se calcula, el consumo eléctrico mediante una fórmula matemática, que estima el equivalente de emisiones. Por si fuera poco, los acuerdos de París, no son vinculantes, es decir, no existe una obligatoriedad para los firmantes, ni sanciones, en caso de no cumplir el acuerdo.
Y es que por todas partes vemos, que empresas y gobiernos, anuncian pomposamente que se comprometen a reducir sus emisiones de CO2 en un determinado número de años, pero nadie sabe cómo lo lograrían, ni que tan verídicas serán las cifras cuando anuncien que llegaron a sus metas.
Sin duda, es una difícil tarea que se debe comenzar a realizar y ahí el trabajo y concientización de todos los habitantes del planeta, será relevante, puesto que el consumo o consumismo, es uno de los principales factores del incremento de la temperatura del planeta.
Es decir, todos de una u otra manera, hemos contribuido con esta crisis climática; si bien es cierto que las empresas inducen al consumismo desmedido de millones de productos de primera necesidad o suntuarios, también es cierto que el ser humano se ha dejado engatusar por varias décadas por este fenómeno que todos conocemos y del que no hemos sido capaces de extraernos.
Y que es la vida “moderna” en la que estamos inmersos, no nos permite observar el efecto que logramos con cada una de nuestras decisiones de consumo. Y para muestra un botón, las empresas que dicen trabajar en pro del medio ambiente, señalan que sus productos son cada vez más sustentables y respetan el medio ambiente.
Pero ¿quién certifica que eso realmente sea verdad? En Europa por ejemplo, los productos de las empresas que implementan esas políticas, tiene un sello sustentable; sin embargo, al día de hoy, son muy pocas las empresas a nivel mundial que nos pueden decir y comprobar cuál es el total de la huella ecológica del producto que ofrecen al consumidor.
¿Quiénes nos ocupamos de comprobar eso? Realmente casi nadie, sobre todo si lo vemos a nivel global en donde una población de cerca de 8 mil millones de habitantes, está más concentrada en consumir las novedades del mercado o hacerse con los productos de primera necesidad para su subsistencia. En ese escenario, a quién le preocupa de dónde vienen los productos de consumo, cuál fue su proceso de producción y transporte para poder tenerlo en el anaquel de la tienda o en el portal de ecommerce.com.
Muchas empresas tecnológicas, se dicen sustentables sólo por el hecho de no generar emisiones directas, pero se les olvida que hoy son los mayores consumidores de energía eléctrica que es el principal emisor de CO2 mundial. Y basados en la tendencia creciente de un mayor número de usuarios de dispositivos móviles y de internet, la demanda de electricidad se incrementará y con ello, la emisión de GEI. Esto sin contar la producción y origen de los materiales para producir los dispositivos móviles.
Existen programas de consumo responsable que inducen a los compradores a comprar productos con sello verde, pero eso tampoco es suficiente, cifras del World Resources Insitute, colocan a la Unión Europea como la tercer región que más emisiones de CO2 genera al planeta; esto es relevante porque precisamente el conjunto de esos países, son considerados los más sustentables y de donde ha salido muchas de las iniciativas a favor del medio ambiente.
Aunque existen muchas empresas multinacionales que están trabajando para mitigar sus emisiones, todavía hay un gran número que no lo hace adecuadamente. Esto viene a colación porque muchas de esas firmas, generan compromisos globales de reducciones espectaculares de emisiones de CO2 de hasta 50%, sin embargo, ese esfuerzo, se concentra en uno y quizás en el mejor de los casos en dos países, y de tener presencia en gran número de naciones, el esfuerzo se diluye o simplemente, se aprovechan los vacíos jurídicos en materia ambiental del resto de los países en que operan para no aclarar la fuente de sus reducciones.
El otro tema es que al no contar con seguimientos puntales de sus emisiones, no hay manera de que comprueben el avance obtenido entre un año y otro, y la referencia es sólo la meta de reducciones a 20 o 30 años. Por ello es importante iniciar la medición de emisiones bajo parámetros medibles y consistentes, de lo contrario, los resultados serán cortos, opacos y quizás tardíos.
El consumo incide de manera directa en la emisión de CO2 en el planeta, pues la fórmula es simple, a mayor demanda de alimentos, mayor consumo de agua, energéticos y materiales sólidos para llevar a nuestro hogar esos alimentos. Lo mismo sucede con los autos, la ropa, la tecnología, la vivienda, los servicios de salud, los viajes de negocios, el turismo, etc.
La tarea no es sencilla y debe ser en un trabajo conjunto con todos los actores de la sociedad, pues llevará al menos 100 años revertir el incremento de la temperatura actual del planeta, si comenzamos ahora. Pero no de hacerlo, en 30 años nuestros hijos y sus hijos, vivirán en un entorno climático más crítico que el que vivimos hoy. Lo ideal sería comenzar a moderar y razonar nuestro consumo, y así contribuir un poco a evitar el calentamiento global. Difícil tarea ¿cierto?
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