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viernes, diciembre 27, 2024

El asesinato de Paola

POR: MARÍA TERESA PRIEGO

Paola dejó Campeche para venir a trabajar a la Ciudad de México, tenía 27 años, fue asesinada el 30 de septiembre en una esquina de Puente de Alvarado. Dos balazos. Atendió a un cliente que manejaba un carro gris y se llama Arturo Delgadillo. En las entrevistas su amiga Kenya cuenta que era una noche desolada y rara. No había clientes. Cuando Delgadillo se acercó Kenya lo rechazó, le dio desconfianza. Les dijo: “sólo traigo doscientos pesos”. Por doscientos pesos Paola subió al carro. Necesitaba el dinero. No pudo darse el lujo de desconfiar. Al muy poco tiempo de que el carro se alejó, Kenya escuchó el grito de su compañera llamándola. Corrió hacia el carro detenido. Escuchó dos disparos.

Delgadillo declaró que sacó su arma cuando se dio cuenta que Paola era una mujer transexual. Nada puede justificar un asesinato así, a sangre fría. Nada. Pero la explicación es dolosa y terrible. ¿Qué era lo que no sabía Arturo Delgadillo?¿Por qué fue allí, justo a esa esquina? ¿Por qué no le bastó con decir: “me equivoqué, bájate del carro”? ¿Por qué llegar hasta el asesinato? ¿Qué es lo que no soportaba saber de sí mismo? ¿Cómo a un ser humano se le puede siquiera ocurrir que tiene el derecho a arrebatarle la vida a una persona y después decir: “es que no era mujer”? Así de deshumanizante. ¿El horror a la feminidad biológica o elegida? ¿Qué diría un feminicida? “Es que era una mujer”.

¿Qué es y de qué está hecha la transfobia? Desde los móviles inconscientes y/o conscientes del asesino, desde las construcciones sociales que estigmatizan a una comunidad que vive en altísimos niveles de vulnerabilidad. El desamparo absoluto en esa noche, en ese carro, en esa calle. Un nombre más en la larga lista de los crímenes de odio. Cuando Kenya llegó junto al carro, Delgadillo arrojaba el cuerpo de Paola hacia la portezuela. Quedó recostada sobre el respaldo, a como la vemos en el video desgarrador grabado por su amiga y que ha recorrido las redes sociales en demanda de justicia.

El ruido ensordecedor de las sirenas de las patrullas, la voz de Kenya: “Todavía está viva, todavía está viva. Por favor, Paola aguanta…aguanta, Paola”. Delgadillo venía armado porque era guardia de seguridad. Paola murió, dicen que casi de inmediato. Dos días después el asesino de Paola fue liberado por falta de pruebas. Lo leímos atónitos. Salió caminando hacia la calle. El 4 de octubre las compañeras de Paola trasladaron su féretro al lugar en el que fue asesinada y realizaron un mitin. Se dice “misa de cuerpo presente”. Se dice: mitin de cuerpo presente.

La cubierta del féretro levantada y el rostro de la mujer asesinada a la vista. Un acto de desesperación. Un acto político. Y con ese acto nos dijeron: “Mírenla, porque sí existió. Mírenla porque tiene un nombre y tenía una vida. Mírenla, porque nos están matando, porque el asesino está libre, porque nuestros asesinatos quedan impunes. Mírenla porque nos deshumanizan, nos niegan nuestros derechos más elementales. Mírenla, esa noche fue ella y mañana, cualquier día, cualquier noche puede ser mi compañera la que ahora camina con su pancarta, puedo ser yo. Mírenla para que no la olviden y para que cada vez que los discursos y los actos de odio ocupen las mesas, las esquinas, los medios, las redes, las calles: no se puedan permitir mirar hacia otro lado”.

México ocupa el segundo lugar mundial en asesinatos de personas transexuales. Miles de personas utilizan las redes sociales para discriminar y denigrar las realidades inscritas en la diversidad sexual. Pero surge una oleada de esperanza cuando constatamos que en esas mismas redes el nombre de Paola, el video que grabó Kenya y la demanda de justicia han circulado sin parar. Que el crimen no quede impune. Que esa bala en el corazón de Paola nos obligue a reflexionar en los discursos discriminatorios (tan repetidos, tan cotidianos, tan “naturalizados”) que terminan en asesinatos.

El hombre que disparó contra Paola intentó escapar rompiendo el cristal de la patrulla en donde estaba detenido. No tuvo que escapar, dos días después lo liberaron. En la fotografía, Paola está atrapada en su féretro, protegido su rostro por un cristal. En esa esquina en la que sus compañeras la vieron morirse y denunciaron la impunidad y el desamparo en el que viven…y mueren.

Paola ya no puede estallar el cristal que separa su rostro del sol y del viento, pero sus compañeras, en su nombre, irrumpieron en las calles, estallaron el silencio para que sus cristales volaran en muchísimos pedazos y nos llegaran a todos. Que duela. Que la herida social duela. La llevaron allí en el más conmovedor y amoroso de los actos políticos: “Mírenla, Paola fue víctima de un crimen de odio, liberaron a su asesino. ¿Qué parte es la que no han entendido?”

@Marteresapriego
@OpinionLSR

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