Por: José Luis de la Cruz Gallego
Columnista: La Silla Rota
La suerte de la economía está echada, sólo falta por observar la profundidad de los efectos contractivos tanto de la incertidumbre financiera y política internacional como de las medidas de política económica que se han aplicado a un país que no ha sido capaz de encontrar la senda del desarrollo.
Como describió Gabriel Zaid en el prólogo de su obra El Progreso Improductivo: “el cielo que nos tiene prometido el progreso, no acaba de llegar”, y como versa el dicho popular, para el 2017 “ni llegará”.
El incremento en las tasas de interés anunciado por la Junta de Gobierno del Banco de México es el último clavo, en los últimos once meses el objetivo de los réditos de referencia pasó de 3.25% a 5.25%. Con ello ha llegado a su fin la época del dinero barato.
La inversión y el consumo privados serán los primeros afectados, una mala noticia para una economía que durante los últimos tres años ha dependido del endeudamiento de los hogares para mantener un ritmo de crecimiento promedio de 2%.
Para el caso de la inversión productiva el encarecimiento del crédito llega en un momento de debilidad. Previo al último aumento de las tasas de interés, y de acuerdo al INEGI, los empresarios ya mostraban un claro escepticismo respecto al entorno económico. Las estadísticas de confianza empresarial así lo señalan.
De igual forma puede observarse que los indicadores cíclicos muestran el avance de la desaceleración, el componente adelantado muestra que México continuará en una fase de atonía productiva.
Además de las secuelas productivas del incremento en las tasas de interés, se tiene al desencanto que los especuladores e intermediarios financieros exhibieron al darse a conocer que el banco central elevó los réditos en “solo” 50 puntos base. La inconformidad tiene varias razones.
La primera es que no compensa a los inversionistas nacionales y extranjeros que hacen sus cálculos en términos de dólares. Con la caída del peso, tener deuda pública mexicana pierde atractivo, salvo que aumente el rendimiento ofrecido. Medio punto porcentual les parece poco a pesar de que en el último año el total ya llega a 2 puntos porcentuales.
La segunda razón: al banco central le inquieta la incertidumbre por el éxodo de capitales extranjeros. La fuerte depreciación del peso mexicano es un indicativo de que las inversiones más especulativas siguen alejándose del país, especialmente de la tenencia de los bonos de gobierno, una situación que ha orillado a la instrumentación de la misma receta de los últimos 30 años: un ajuste presupuestal contractivo en la inversión pública. Se prefiere garantizar el pago a los acreedores aun a costa de frenar la parte productiva del gasto público.
La actual combinación de política monetaria y fiscal es claramente contractiva, y llega en un momento en que el crecimiento de la economía requiere de lo contrario.
El sacrificio social tomará forma de mayor precarización del mercado laboral y de la capacidad de compra de las familias. El efecto del incremento en las tasas de interés frena la inversión y con ello la creación de empleo, particularmente del formal. Las empresas deberán enfrentar el encarecimiento del crédito al mismo tiempo que lidian con el incremento del precio en los insumos intermedios, maquinaria y equipo importados. Todo ello sin olvidar la tendencia al alza que tiene el costo del consumo de energía eléctrica. Sólo una referencia: Se importan cerca de 300 mil millones de dólares de insumos intermedios cada año, con una depreciación que respecto al planeado por gobierno supera los 2 pesos por dólar, la economía nacional debe destinar 600 mil millones de pesos más para comprar dichos insumos.
Sólo las empresas que son exportadoras netas lo pueden financiar, el resto (la mayoría) debe hacer cambios en su estructura productiva para evitar que eso afecte su capacidad financiera.
El problema de fondo es que esto sólo es el comienzo de una nueva fase en la política monetaria. No se debe olvidar que la Reserva Federal sigue amagando con incrementar sus tasas de referencia, y que de llegar a hacerlo obligará a que el resto del mundo actúe en consecuencia. Las autoridades monetarias conocen que Estados Unidos no tiene la fortaleza económica para soportar un incremento en sus réditos, sin embargo han insistido en la posibilidad de hacerlo y con ello han contribuido al aumento de la incertidumbre financiera internacional.
Combinado con el efecto de la elección en Estados Unidos, la especulación respecto a la próxima reunión de la Reserva Federal volverá a traer un episodio de volatilidad, algo que presionará a los arquitectos de la política económica de nuestro país.
Tan sólo basta recordar que las tasas de interés de hoy ya superan lo que el gobierno esperaba para todo el año que entra, así como al tipo de cambio. Desde hoy el marco macroeconómico del 2017 muestra vulnerabilidades, y todavía hay eventos que lo afectarán antes de que termine el 2016.
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