Ciudad de México (Milenio).- Una de las tradiciones ancestrales de los pueblos originarios de México consiste en ejecutar rituales dedicados a coquetear con las deidades para pedir buena temporada al inicio del ciclo agrícola. Son tremendamente vistosos y dicen mucho de las filias y creencias de quienes los practican.
Una de esas ceremonias es La Tigrada, en la que hombres vestidos de jaguar —casi siempre con disfraces y máscaras de madera hechos por ellos mismos— pasean por las calles, bailan, beben alcohol y azotan estruendosas cadenas para emular el sonido de los truenos .
Ese rasgo fue el primero que llamó la atención de la artista mexicana Sofía Echeverri para estructurar Pedir la lluvia, una exposición en el Museo de Arte Carrillo Gil.
“Las festejan para pedir abundancia, que haya lluvia, que se den las cosechas, que no haya inundaciones”, cuenta Sofía en entrevista con MILENIO.
Pero esta fiesta la protagonizan sólo hombres, ¿qué hacen las mujeres?
Mientras que en los rituales para pedir la lluvia la participación de las mujeres se limita a una que otra danza ensayada previamente, siempre con restricciones y parámetros, que por lo general aspiran a encontrar a la más bella, “los hombres danzan libremente”.