Ciudad de México (Milenio).- En su autobiografía El largo camino hacia la libertad, Nelson Mandela se maravilla ante el esplendor de Dakar, capital de Senegal. Los senegaleses, escribe, «son un pueblo de gran belleza. Su organización social era prueba de cómo elementos muy distintos —franceses, islámicos y africanos— pueden combinarse para crear una cultura única y característica».
La música es uno de los caminos para unir culturas. Así lo ha comprobado la compositora mexicana Sabina Covarrubias, residente en París, quien recientemente dio a conocer su disco Polymusique. Se trata de un encuentro entre la electrónica experimental y los ritmos tradicionales de Pape Mbye, senegalés que toca el tambor llamado tama, también conocido como tambor parlante.
Egresada de la Facultad de Música de la UNAM, Covarrubias estudió la maestría y el doctorado en la Universidad de París 8. Integrante del Sistema Nacional de Creadores del FONCA, actualmente es investigadora asociada del Centro de Informática y Creación Musical de París.
Fusionar culturas y lenguajes musicales ha sido una constante en la obra de Covarrubias, quien en entrevista telefónica dice que esto le interesó desde muy joven.
«El primer intento que hice de que músicos tradicionales tocaran al mismo tiempo que músicos académicos fue en 2007, con la participación de un coro y un grupo de son calentano de Guerrero. La obra fue estrenada en Bellas Artes».
La compositora considera que, «por mucho, a los músicos académicos, sobre todo a los de hueso colorado, les cuesta más trabajo meterse al mundo de la música popular, que lo contrario. Lo que he observado es que el músico que improvisa está más abierto a incorporarse a otras cuestiones».
Para la autora de Polymusique, «las barreras entre las músicas son ficticias. Creo que, en muchos casos, son barreras mentales. Muchas de las músicas de tradición oral no están presentes en la música académica por el simple hecho de que no pueden escribirse, y no hay porqué escribirlas. Hay un mundo riquísimo que el músico académico desconoce por completo. Yo propongo que los músicos que no leen pueden tocar con los académicos sin leer, improvisando».
Un lote de discos fue donado a Bibliotecas Públicas de México. (Facebook: Sabina Covarrubias)
Covarrubias explica que mediante un archivo de audio grabado por ella «se marcan ritmos muy específicos que Pape Mbye puede reconocer, porque los saqué de su música. Él escucha con audífonos e improvisa sobre esa grabación. Podemos decir que es una improvisación guiada. En una pieza la computadora transforma el sonido de su instrumento —a la manera de un pedal de efecto para guitarra—, mientras que en otra funciona como una especie de pista sonora sobre la que el músico toca el tama».
Sabina indica que aunque se trata de una música rítmicamente muy compleja, Pape captó de inmediato su sentido. «Tiene tal noción del ritmo y tal destreza, que se pudo acoplar de inmediato. Por ejemplo, en una pieza hay traspuestos ritmos de cha cha cha, con son jarocho, house y otras cosas, así como tambores africanos djembé, es decir un infierno rítmico, y él se amarraba a las cosas que reconocía para improvisar. ‘Yo hago lo que sea’, me comentó entre risas. Tocar con él fue muy hermoso».