POR: JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
¡Salud señor cocinero!
El nombre de José Ramón Andrés es muy poco conocido en México, más allá de algunos que sepan que tiene un restaurante en un lujoso hotel de la Ciudad de México.
Menos aún saben aquí que es un destacado chef de origen español, discípulo del también famoso Ferran Adria «El Bulli», propietario de varios restaurantes en los Estados Unidos, incluso uno de comida mexicana que es visitado con frecuencia por el presidente Barack Obama.
Y pocos, quizá, recuerden que ya hace meses, casi un año, rompió un contrato con el ahora candidato presidencial republicano Donald Trump, debido a sus declaraciones contra los inmigrantes en general y los mexicanos en particular.
Después de todo, era un poco difícil colocar un restaurante de comida latinoamericana en el hotel de un individuo enemigo de los migrantes y que acusaba a los mexicanos de violadores y asesinos.
Fue una posición quizá quijotesca, pero una que honra a ese migrante español y que en cierta forma nos pone a los mexicanos en deuda, por su solidaridad y su sentido de decencia.
La respuesta de Trump fue típica. Lo demandó, como lo ha hecho con otras personas y empresas unas cuatro mil otras veces a lo largo de su vida.
Andrés y su equipo presentaron a su vez una demanda contra el multimillonario personaje.
Ambas están en su fase casi final y nadie sabe exactamente cómo va a resultar, pero el hecho es que la vida de los dos ha ido adelante.
Trump es ahora el candidato presidencial republicano, montado en una ofensiva retórica antimigrante que sin embargo le ha granjeado popularidad y respaldo entre un sector de los estadounidenses que quieren creerle y siente nostalgia por un tiempo imaginado en que los Estados Unidos reinaban supremos y las minorías étnicas eran simples patiños para el personaje central.
José Ramón fue designado por el residente Obama para recibir esta semana la Medalla Nacional de Humanidades de los Estados Unidos, como reconocimiento a su trabajo.
Muy al margen de los reconocimientos que hieda recibir en los Estados Unidos, tal vez sería importante que el gobierno mexicano buscara por su parte una forma de recompensarlo, si no por su trabajo de divulgación de la cocina mexicana en Estados Unidos, por su valor civil y su solidaridad con los migrantes. No le ayudará tal vez a pagar los daños y perjuicios, si es que Trump le gana el juicio, pero si dirá al menos que los mexicanos tenemos memoria.