POR: RICARDO MEJÍA BERDEJA
En este espacio, desde los momentos «estelares» del Pacto Por México, siempre hemos cuestionado las decisiones presidenciales y al Titular del Ejecutivo, a propósito de las reformas estructurales y el manejo gubernamental. No nos sumamos al linchamiento de ocasión de algunos que antes le aplaudían a rabiar a Enrique Peña Nieto, nuestra postura crítica es congruente y consistente desde el primer día de su gestión.
Hoy cuando la popularidad de Enrique Peña Nieto está en una caída libre es pertinente detenerse a revisar uno o quizás el mayor error de su gestión, y que lo puso en ridículo dentro y fuera del país, la invitación y genuflexión ante Donald Trump, quien ha humillado a los mexicanos en su país y ahora en el nuestro. Han pasado varios días de ellos pero el error cobra mayor dimensión con el paso del tiempo.
Estados Unidos es la nación hegemónica del mundo, es la primera en poderío militar y económico que trabaja con la lógica de un imperio, esto no expresado en forma ideológica sino palpable, es decir aquelpaís que tiene el poder supremo en el contexto global.
Lo que sucede en Estado Unidos repercute en todo el planeta y en la lógica norteamericana, el presidente de esta nación es el líder del mundo occidental y, envueltos de un halo de visión imperial, tienen una influencia real en todas las naciones.
Desde México debemos debatir al fenómeno del extremismo de Trump para aportar nuestro grano de arena a que no se consolide el riesgo de su asunción al poder, se le debe cuestionar no poner alfombra roja como lo hizo el Presidente de México. Necesitamos cerrar filas y abrir tribunas, poner a las redes sociales a trabajar, como la aldea global que fue concebida, para llevar este mensaje. Las redes deberán ser las armas del pensamiento, hoy más que antes, la información es susceptible de ser viralizada y cualquier dispositivo móvil se torna en plataforma de despegue para las ideas, protestas y propuestas que incidan. No podemos ver a Trump como algo alejado, algo que sucede más allá de la frontera solamente. Sería un grave error. Así lo vio Peña Nieto, en lugar de rechazar tajantemente el muro de la discordia, dijo tibiamente que no habría de pagarlo lo cual es totalmente inadmisible.
¿Por qué este tipo de líderes demagógicos y radicales, como Trump, que apelan a las emociones, a los enconos, a los resentimientos, encuentran en la sociedad un caldo de cultivo y un respaldo electoral? Pudiera parecer exagerado pero Trump coincide con Hitler.
Adolf Hitler aprovechó las circunstancias sociales de la Alemania derrotada tras la Primera Guerra Mundial para establecer en este país un demencial sistema político basado en la supremacía aria, el nacionalsocialismo y el culto a su propia personalidad.
Cómo se puede entender que una de las sociedades más cultas de Europa, hace apenas 83 años tuviera en el poder, electo por la vía democrática a un sujeto que apelaba al racismo extremo.
Hoy Estados Unidos enfrenta desafíos, una sociedad norteamericana que ha visto mermados sus ingresos y sus satisfactores materiales, vive una crisis y las baterías de descarga se han apuntado hacia los migrantes. El discurso de odio del candidato presidencial republicano se ha orientado hacia los mexicanos.
El discurso de Trump del 2015 decía que «Cuando México envía su gente, no envían a los mejores. Envían gente que tienen muchos problemas, los inmigrantes mexicanos traen drogas, crimen, son violadores y, supongo que algunos, son buenas personas».
Donald Trump no es un loco en el estricto sentido clínico, es un extremista. Responde a la lógica de exacerbar el sentimiento de frustración colectiva, el encono contra los migrantes por parte de la población blanca que se siente desplazada y con ellos y con base en ellos, ha construido su plataforma política.
Una catástrofe sería este personaje arribando a la Presidencia de Estados Unidos el próximo enero, un desastre para el mundo. Al otro lado del mundo vemos que los fanatismos y fundamentalismos han logrado apoderarse de la tranquilidad y del futuro de muchas naciones, la llegada al poder de Trump sería lo que Samuel Huntington propuso en su teoría de “El choque de las civilizaciones” que los principales conflictos de la política global ocurrirán entre naciones y grupos de naciones pertenecientes a diferentes civilizaciones.
Si en la Presidencia de Estados Unidos hay un extremista y en el otro lado del mundo hay una embestida violenta que, por la vía del terror y la muerte, pretenden influir en la agenda global, ello no puede ser buen augurio.
El silencio resulta cómodo, eludir el tema apelando a que es un asunto interno de Estados Unidos es asumir una postura política tibia y acomodaticia, sin embargo no hay que olvidar que lo que sucede en nuestro vecino del norte repercute en todos los rincones de nuestro país.
Nos encontramos ante un desafío global, generemos pues la hospitalidad migratoria necesaria, es urgente erradicar las prácticas que criminalizan a este grupo poblacional. Actuemos como un mundo sin fronteras que en lugar de muros, erijan puentes de comunicación, de derechos, de desarrollo.
La otra decisión presidencial que se aprecia como una tomadura de pelo, y que colapsa totalmente la ya de por sí deteriorada imagen de Peña Nieto, es la protección oficial a Tomás Zerón, quien al frente de la Agencia de Investigación Criminal de la PGR participó en diferentes operativos donde presumiblemente se fabricaron pruebas para sostener la «verdad histórica» de la incineración de los jóvenes normalistas en el basurero de Cocula, Guerrero.
En lugar de removerlo, someterlo a investigación y procesarlo, a Tomás Zerón se le saca de la PGR para enviarlo al Consejo de Seguridad Nacional, mostrando la impunidad y la protección oficial presidencial de la que goza.
Esa decisión confirma que al presidente de la República no le mueve el dolor y desesperación de los padres de los 43 jóvenes de Ayotzinapa, ni tampoco el descrédito de México en materia de derechos humanos, le urge cerrar este caso de la manera que sea, pero no le será posible hacerlo, porque hay una justicia penal internacional que no prescribe y que, de no corregir sus pasos, podría alcanzarlo.
@RicardoMeb